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El consumo responsable como un valor a incorporar en nuestros hábitos de consumo

Actualizado: 1 feb 2023


¿No has notado cómo las empresas introducen en la venta de sus productos términos que sugieren una orientación hacia lo sostenible? Hay todo un glosario de expresiones que en muchos casos promueve la venta con el fin de que el consumidor los considere limpios o naturales: “sin gluten”, “con leche de avena”, “procedente del comercio justo”, etc. Estamos en un periodo de transición hacia un mundo más ético y responsable con el planeta y muchas empresas toman ventaja de este hecho empleando técnicas de marketing como el "Greenswashing" con la finalidad de hacer creer a los consumidores que ejercen prácticas más responsables, aunque en realidad no lo hagan. Pero estos lavados de cara tienen los días contados, porque existen muchos colectivos dedicados a confrontar la realidad de las prácticas sostenibles de las marcas.


A veces no somos conscientes del poder que tenemos como consumidores, al exigir que las marcas sean responsables y demandar transparencia de las empresas en su cadena de suministro, además de sus métodos de producción. Lo afirmamos sin dudarlo: el poder de la compra colectiva provoca cambios en las estrategias de producción de las empresas.


Entonces, ¿Realmente tengo algo que decir como consumidor? Claro que sí; como particular, puedo contribuir a la sostenibilidad a través del uso de productos más eficientes. Es más, nuestro comportamiento puede ayudar a promover comportamientos conscientes en nuestro entorno más cercano y prender la mecha para el cambio de paradigma de aquellos que aún no han tomado conciencia de la urgente necesidad que el planeta nos exige, dar un giro de 180 grados en nuestros hábitos de consumo.


Cuantas más personas asuman una conducta, son más las probabilidades de que otras personas hagan lo mismo. Se trata de la famosa técnica de publicidad de desear ser uno más en la masa de Dan Rice. En su teoría explica que las personas tendemos a comportarnos de manera parecida, sobre todo en grupos que están cerca; vecinos, amigos, etc. Este tipo de acciones sostenibles se relaciona también con lo que Malcom Gladwel explicó en su libro, “The tipping point”. Gladwell realiza una comparación de este proceso de acciones gregarias con la propagación de las epidemias, es decir, como los usos y costumbres, tradiciones y pensamientos se difunden como una epidemia una sociedad:

“Ese momento mágico en que una idea, tendencia o conducta social cruza un umbral, se vuelca y se esparce como un incendio forestal”.

¿Cuál crees que será el caso de la responsabilidad social? ¿Se ha iniciado la mecha imparable o la revolución de lo sostenible no tiene vuelta atrás?


Ahora, las redes sociales nos han facilitado tal circunstancia, y la presión ejercida por determinados grupos para reforzar o modificar comportamientos, es muy elevada. Ya sean de organismos internacionales como la ONU u organizaciones ambientalistas como Greenpeace.


La ONU, a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, ha desarrollado una suerte de objetivos destinados a dar continuidad a la agenda de desarrollo tras los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Son 17. El ODS 12 establece que “El consumo y la producción sostenibles consisten en hacer más y mejor con menos”. Las empresas deben centrar sus esfuerzos en analizar la estrategia de su cadena de valor y verificar si sus métodos de producción promueven la degradación ambiental o, por el contrario, permiten que se “aumente la eficiencia de recursos y promueva estilos de vida sostenibles” para el consumidor.


GreenPeace es una organización independiente que trabaja con campañas, y utiliza la confrontación pacífica y creativa para exponer los problemas ambientales globales y desarrollar soluciones para un futuro verde y pacífico.


Por otro lado, las elecciones sostenibles son tremendamente difíciles; como consumidores usualmente optamos por comprar lo que es más cómodo para nosotros, sin cuestionarnos si el origen del producto o los métodos de producción y distribución están alineados con la sostenibilidad social y ambiental. En la toma de decisiones tiene un papel trascendental el nivel de compromiso que previamente hemos construido con el entorno que nos rodea; la conciencia ambiental y social que hemos desarrollado. Como en todo, la educación y formación ambiental juegan un papel esencial, pero también los valores. Consideramos que incluir la sostenibilidad como un valor esencial, que marque la orientación de nuestras conductas y hábitos cotidianos, es un aspecto nuclear que implicaría mejorar el compromiso del consumidor con el planeta.


Respecto a la dificultad que significa la toma de decisiones, los consumidores nos enfrentamos a diversas disyuntivas: ¿Plástico o papel? ¿Cuánta erosión del suelo o alteración del hábitat se produce al talar árboles por el papel que consumimos? ¿Por la perforación y el bombeo de petróleo del plástico? ¿Acaso son mejor las bolsas reutilizables? ¿Tal vez las de algodón? ¿Dónde se ha cultivado y procesado el algodón? Para ponerlo aún más complicado, damos algunos datos: ¿Sabías que fabricar una chaqueta de 200 gramos de algodón puede demandar alrededor de 2.900 litros de agua (1.230 de riego, 1.100 de lluvia y 600 contaminados), y unos pantalones más de 11.000? Si este dato no te impresiona seguro que al compararlo sí: una persona consume en promedio 1.200 litros de agua al año?.


Incluso hay voces que van más allá, y se plantean la opción del racionamiento para enfrentar el cambio climático. Para muchos científicos es urgente y necesario consumir menos. Por ejemplo, reducir el consumo de carne es sostenible y necesario. Recomendamos llegado este punto. Al lector que vea el documental Cowspiracy, donde un ecologista se propone encontrar la solución a los problemas medioambientales más urgentes. Sin embargo, como todo en la vida, hay que tomarlo con calma; puesto que, en ocasiones, caemos en paradojas; por ejemplo, meter carne fresca en una bolsa reutilizable es un riesgo para la seguridad y salud del que la vaya a consumir, puesto que los microbios se quedarán allí y crecerán mucho después de haber metido la compra en la nevera.


Como consumidores, podemos contribuir pasivamente, es decir, dejando de hacer cosas y de gastar en compras no responsables que nos metan de lleno en la rueda del consumismo. Nuestra recomendación para finalizar con la primera parte de este artículo es que te hagas las siguientes preguntas cuando tomes la decisión de consumir determinado producto:

  1. ¿Es algo que realmente necesito?

  2. En caso de ser así: ¿Podría comprarlo de segunda mano? ¿De qué está hecho? ¿Quién lo ha fabricado? ¿Podría encontrarlo hecho local?.

Darse cuenta es un gran paso en la dirección correcta para convertirse en un consumidor centrado en valores.


El próximo viernes continuaremos con la segunda parte de este artículo, mientras tanto te agradecemos mucho tu lectura y te invitamos a escuchar nuestro podcast en tu plataforma de podcast favorita. Puedes consultar y adquirir los libros que tomamos como referencia en los siguientes enlaces:


 

Bibliografía utilizada:

  • Gladwell M. (2000). The tipping point. Boston: Little Brown.


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